No leas esto con la mente
- Despertar Dimensional

- 18 dic
- 4 Min. de lectura

Estamos comenzando una época del año muy movida y en ocasiones estresante. Ësta práctica te puede ayudar a centrarte.
No leas esto con la mente.
Léelo con esa parte de ti que anhela respirar.
¿Recuerdas las pegatinas de rascar y oler de niños?
Bueno, esto es para leer y sentir; piensa en ello como la versión para adultos.
Solo que mucho más satisfactorio.
Antes de empezar, una pequeña advertencia:
No lo hagas mientras conduces, cortas zanahorias, operas maquinaria pesada o finges prestar atención en una reunión.
Tu cuerpo está a punto de caer.
Como es debido.
Hoy quiero que sientas la diferencia en tu cuerpo, ahora mismo, a través de una práctica que todo tu sistema te ha estado pidiendo.
No más tarde.
No esta noche.
Ahora.
Toma consciencia de tu respiración.
Sí, incluso ahora, mientras tus ojos recorren estas palabras.
Observa.
Lee y siente.
Puede que haya pasado mucho tiempo desde que dejaste que las palabras te tocaran.
Desde que dejaste que aterrizaran en tu cuerpo en lugar de rozar tu mente.
Esta es la calma que anhelabas.
Este es el momento que tu sistema ha estado pidiendo.
El momento en que finalmente notas la energía que siempre estuvo ahí, esperando a que la encontraras.
Haz una pausa aquí.
Deja que la consciencia se asiente.
- - - -
Paso 1. Exhala.
Déjala fluir fuera de ti.
No forzada.
No realizada.
Solo liberada.
Como si tu respiración hubiera estado esperando permiso.
Como si hubiera estado conteniendo más de lo que creías.
Deja que tu pecho se ablande.
Deja que la respiración saque de ti algo que tu mente ni siquiera había nombrado.
Tómate tu tiempo.
Siente cómo el espacio interior se ensancha, aunque sea un milímetro.
Ese es el comienzo del descenso.
Permanece con el cambio.
Permanece con el ablandamiento.
Respira aquí.
Paso 2. Deja que tus hombros cedan.
Déjalos caer.
Dales permiso para caer.
Al leer estas palabras, siente cómo la tensión se desvanece.
Siéntela derretirse por tus brazos,
goteando por los codos,
resbalando por las yemas de los dedos,
dejándote un poco más ligero que hace un momento.
Reconoce el peso que han estado sosteniendo por ti.
Las historias.
La tensión.
La vigilancia.
La presión.
Déjalo caer.
Déjalo ir.
Quédate con este momento.
Siente cómo cae.
Deja que se extienda por el resto de tu cuerpo.
Esto no es renegar.
Es dejar que la luz sostenga lo que ya no necesitas cargar.
Pausa.
Nota la diferencia.
Paso 3. Muévete detrás de tus ojos.
No sobre tus ojos.
Detrás de ellos.
Hay un nicho suave y antiguo allí,
no vacío,
no hueco,
sino lleno.
Un espacio donde se concentra la luz.
Una densidad de presencia.
Una suave densidad que no tiene nada que ver con la tensión, sino con la llegada de la consciencia.
Deja que tu atención se desvíe hacia ese espacio,
solo un poco.
No es una distancia que mides,
sino un cambio que sientes.
Como si te reclinaras en tu interior,
acomodándote en el lugar donde reside tu visión más profunda.
Quédate ahí un momento.
Deja que te llene.
Deja que brille.
Siente cómo el mundo se suaviza
cuando habitas el espacio detrás de tus ojos.
Deja que tus pensamientos se aflojen.
Deja que la respiración cree espacio.
Deja que la presencia se vuelva más redonda, más cálida, más brillante.
Esto no es imaginación.
Es tu consciencia regresando a casa.
Quédate con ella.
Siente la plenitud.
Deja que te sostenga.
Paso 4. Siente la nuca.
Ahora viene la magia.
Lleva tu atención a la nuca.
Siente su peso.
Siente cómo quiere ser sostenida.
Permite que se vuelva más pesada.
Sin colapsar, sin hundirse, simplemente cediendo.
Deja que el peso caiga en un soporte que ya existe debajo de ti.
Imagina las manos invisibles del universo elevándose para sostener la nuca.
Firme.
Cálida.
Firme.
Deja que el peso se asiente en esas manos.
Deja que la nuca ceda.
Deja que el cuello se relaje unos grados.
Permanece con la sensación.
Deja que la respiración llegue hasta el occipucio.
Deja que toda la nuca descanse.
Este es el sistema nervioso reconociendo la seguridad.
Este es el cuerpo recordando que no tiene que sostener el mundo.
Pausa.
Observa cómo tu sistema cambia cuando te sientes sostenido.
Paso 5. Deja que la ola se mueva.
Hay una ola dentro de tu cabeza.
No es un pensamiento.
No es una imagen.
Una sensación.
Densa.
Lenta.
Como la miel.
Una cálida plenitud
que se acumula en la parte posterior de tu cráneo
como si tu consciencia se hubiera vuelto viscosa.
Deja que esa ola comience a moverse.
Suavemente.
Sin forzar.
Como un néctar cálido que avanza.
Desde la nuca
hacia la frente.
Silbido.
Suavemente.
Lentamente.
Siente su densidad.
Cómo se desliza.
Cómo suaviza todo lo que toca.
Luego, déjalo volver,
deslizándose hacia la nuca
con la facilidad de algo que sabe exactamente dónde pertenece.
Adelante.
Atrás.
Adelante.
Atrás.
Una marea lenta en tu mente.
Una corriente tranquila y dorada.
Sin esfuerzo.
Sin imágenes.
Solo sensación.
Deja que tu respiración la siga.
Deja que tu mandíbula se relaje con ella.
Deja que tu pecho se desplome cada vez que la ola retroceda.
Este movimiento es ancestral.
Tu sistema lo reconoce al instante.
Este es el momento en que el sistema nervioso se relaja.
Este es el momento en que la señal de melatonina se activa.
Este es el momento en que el cuerpo dice
sí
esto
ahora.
Sigue la ola.
Deja que siga moviéndose mucho después de que termine la frase.
Quédate con la ola un momento.
Deja que te conmueva.
Deja que todo tu sistema reconozca el comienzo del descanso.
Si esto te hizo sentir bien,
si sientes que empieza el descenso,
entonces deja que la meditación te lleve hasta el final.
Tu final.
Lindas fiestas decembrinas!
Kerry K





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