El misticismo andino da a entender que todas las personas nacen con la semilla Inka, la capacidad innata de alcanzar el nivel espiritual más elevado. La mayoría de las tradiciones espirituales transmiten la misma idea: que todos los seres humanos llevan dentro de sí el potencial de la autorrealización; que todos somos seres infinitos caminando por la Tierra en un cuerpo finito.
Después de 17 años compartiendo los ritos del Munay-Ki con miles de personas, prefiero la metáfora de muchas semillas en lugar de una sola para nuestro potencial infinito.
Esto es porque tendemos a cultivar y madurar ciertos aspectos de nosotros mismos, mientras que otros permanecen ignorados. En consecuencia, las transmisiones energéticas del Munay-Ki despiertan las semillas de nuestro mayor potencial si están dormidas, o potencian las semillas si ya están germinando y creciendo.
El Munay-Ki constituye un camino encarnado, lo que significa que los ritos nos animan a
a cultivar las semillas en nuestra vida cotidiana, en lugar de esperar a que la sabiduría brote por sí sola sin ningún esfuerzo personal. Esto se consigue practicando tres principios clave de la tradición andina:
1. Yachay – Visión clara y pensamiento tranquilo
2. Munay – Amor y sentimientos puros.
3. Llankay – Hacer lo correcto o amor en acción
Reconozco que puede ser más fácil decirlo que hacerlo. Por esto, las semillas del Munay-Ki no son fenómenos aislados, no surgieron como un milagro sin conexión con nada. Por supuesto que no. Al igual que las semillas de la naturaleza proceden de plantas o árboles maduros, las semillas del Munay-Ki proceden de una matriz perfecta del potencial que sostienen. Cada karpay, o rito, tiene un origen claro que ondula y gotea hacia su destino en la psique de las personas que reciben la iniciación y más allá – a través del yachay, munay y llankay del practicante.
Mientras que muchas tradiciones espirituales predican la importancia de la trascendencia y la fusión con la luz primordial de la consciencia, el Munay-Ki nos guía para cultivar también una relación sana con la oscuridad, comprendiendo que no es algo negativo, sino el terreno fértil del que surge el verdadero poder, la compasión y la sabiduría.
Las personas que han experimentado el difícil territorio de la depresión, del terror o de la muerte, y han conseguido volver a la luz (al no quedarse atrapadas en el sufrimiento) tienden a emanar gran compasión, gratitud, tranquilidad y, a menudo, alegría. En este sentido, el Munay-Ki nos permite conectar con todos los aspectos de nosotros mismos, no sólo con las partes luminosas y ligeras, sino también con las pesadas y difíciles.
Las semillas del Munay-Ki se arraigan en lo profundo de nuestro ser, en la oscuridad fértil de nuestro inconsciente, para impulsarnos hacia una evolución consciente. El Munay-Ki despierta en nosotros los códigos para ver, sentir y actuar de forma sagrada, a la vez que nos guía y potencia hacia la autorrealización, desde nuestra naturaleza más infinita y trascendental hasta nuestra esencia más humilde y terrenal.
Los ritos también sirven como una brújula que nos ayuda a participar e incluso guiar la era conocida en los Andes como el Taripay Pacha (que se traduce como “edad de oro”), profetizada para manifestarse algún día en este plano terrestre. En lugar de esperar simplemente a que llegue el Taripay Pacha, podemos ser audaces y alimentar las semillas de nuestro destino.
Podemos encarnar y convertirnos en los nuevos humanos que nuestro planeta necesita. Aho!
Marcela Lobos
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