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9 portales donde hablan las emociones

«El cuerpo recuerda: nueve portales sagrados donde hablan las emociones»


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Tu cuerpo no está roto. Es un registro vivo de todo lo que te has atrevido a sentir y de todo lo que te han enseñado a reprimir. No miente, no se deja engañar y nunca olvida lo que el alma vino a transmutar.


Cada dolor no es un problema que hay que solucionar, sino un mensaje que hay que descifrar. No se trata de «dolores», sino de portales. Recorramos juntos los nueve más sagrados:


1. Caderas: el templo del dolor y la memoria ancestral. Las caderas son tu puerta de entrada al movimiento hacia adelante, al placer y a la herencia primigenia. Cuando el dolor queda enterrado o el dolor del linaje no se expresa, se aloja aquí. Las aperturas profundas de cadera no solo estiran la fascia, abren la bóveda de lo que tu útero o raíz ha llevado durante toda la vida. Deja que tus caderas lloren, se balanceen, bailen libremente.


2. Hombros: el atlas de la responsabilidad. Nunca se pretendió que llevaras el peso del mundo. Pero muchos de nosotros aprendimos a soportar lo que no era nuestro: el dolor familiar, las expectativas no cumplidas, el trabajo emocional. La tensión en los hombros dice: «Déjalo ahora, amor. Lo que no es tuyo nunca debió ser tuyo».


3. Zona lumbar: la seguridad. Es tu apoyo fundamental, donde reside el miedo a la supervivencia, la inestabilidad financiera y la incertidumbre. Cuando el chakra base tiembla, la zona lumbar se tensa. Te dice: «¿Confías en que la vida te sostendrá cuando te inclines?». La restauración aquí comienza con la decisión de sentirte seguro en lo desconocido.


4. Mandíbula: el bozal de la voz silenciada, apretar, rechinar, tensar: estas son las cadenas de las verdades no dichas. La mandíbula es donde tu rabia y tu poder muerden cuando no se les permite rugir. Liberarla es decir las palabras que te has tragado, aunque solo sea en un susurro sagrado a las estrellas.


5. Pecho: el cáliz del dolor. Desamor, traición, lágrimas no derramadas. Se acumulan en el pecho como agua de lluvia sagrada esperando ser liberadas. Si sientes opresión aquí, puede que sea tu alma diciendo: «Sigo aferrándome a ese amor que nunca pudimos dar». Coloca tus manos allí. Respira. Permítete llorar los amores no vividos.


6. Cuello: la encrucijada de la verdad y la identidad ¿Te sientes dividido entre quién eres y quién crees que deberías ser? Ese conflicto se encuentra en el cuello. Se tensa cuando tu verdad no está alineada con tu vida. La realineación no requiere fuerza, sino honrarte a ti mismo. Comienza con un «no» que significa «sí» para tu alma.


7. Estómago: el reactor de la seguridad insatisfecha La ansiedad y el trauma no viven en tu mente, se anidan en tus entrañas. Cuando no digieres tu vida, tu cuerpo se tensa para prepararse. Los problemas digestivos no siempre tienen que ver con la comida... a menudo tienen que ver con la toxicidad emocional. Pregunta a tu estómago: «¿Qué estoy tratando de digerir que ya no me nutre?».


8. Manos: el control. Tus manos son extensiones de tu sistema nervioso. Cuando están apretadas o te duelen, revelan dónde estás tratando de controlar lo que debes rendir. Afloja el agarre. Deja que la vida fluya. Confía en que no todo tiene que estar tan apretado para ser real.


9. Rodillas: la flexión del devenir Las rodillas hablan de rendición. Cuando duelen, a menudo es una señal de resistencia al cambio o de miedo a avanzar. Inclinarse en oración o ceder con humildad vuelve a enseñar al cuerpo lo que el ego olvidó: que estás a salvo para evolucionar. El futuro no es tu enemigo.


El dolor no es un castigo. Es una comunicación de tu conocimiento más profundo. Cada sensación del cuerpo es un telegrama sagrado del alma que dice:

«Siénteme. Honrame. Muévete conmigo, no contra mí».

Deja que este artículo sea un espejo... no de lo que está mal, sino de lo que está listo para ser recuperado.



Faith Spina

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