Hace unos años, un chamán de Honduras me enseñó una técnica extremadamente útil para disolver el estrés y la ansiedad. Ha tenido un efecto muy profundo en mi vida y hoy me gustaría compartirla con ustedes.
Como gran parte de la sabiduría curativa que proviene de las culturas nativas, esta enseñanza comenzó con una observación sobre la naturaleza.
Mientras estábamos sentados juntos, el curandero me preguntó qué sentía por los ciervos. Sí, nuestros peludos amigos de cuatro patas que retozan en el bosque.
Me explicó que son un poderoso animal de poder y un gran modelo del que podemos aprender los humanos.
"Un ciervo sabe que es un ciervo. No tiene ningún conflicto interno sobre su pasado, su propósito, sus necesidades o su destino. Vive en el momento y es 100% ingenioso en todo momento, minuto a minuto, sus sentidos completamente agudos, su enfoque puro y sin cargas".
¿Puedes decir que pasas la mayor parte del día de esta manera? ¿O incluso sólo una hora? Algunos podrían argumentar que esto ni siquiera es posible en el mundo actual.
Aunque no podamos vivir con mentes completamente claras y abiertas como nuestros compañeros peludos, PODEMOS empezar a cultivar tramos más largos de esta pureza en nuestras vidas.
¿Cómo lo hacemos?
Una técnica antigua:
La práctica que se describe a continuación consiste en darse cuenta y evitar que uno se descarrile mental y emocionalmente. ¿Qué quiero decir con la palabra "descarrilado"? Me refiero a cualquier momento en que te permites distraerte con pensamientos que no te sirven.
Por ejemplo, te levantas y estás teniendo una hermosa mañana hasta que te ves en el espejo y notas algo que no te gusta. "Vaya, me estoy poniendo... (rellena el espacio en blanco con tu manía personal sobre ti mismo: viejo, gordo, flaco, calvo, feo, pálido, estúpido... )".
Esta es la brillante señal de desvío que te llama para que dejes de recorrer tu camino de paz y empieces a dedicarte al autoanálisis negativo. La mayoría de las veces ni siquiera nos damos cuenta de esta señal de tráfico, simplemente salimos volando de la autopista hacia el valle de la espiral descendente.
Esto puede ser un diálogo de 5 a 10 minutos con uno mismo, cargado de pensamientos bajos, que mina tu energía durante una hora, y a veces todo el día.
La situación del espejo es sólo un ejemplo. Puede ser una llamada telefónica, un mensaje de texto, un inconveniente menor que desencadena una respuesta de estrés, o el producto de simplemente pensar demasiado en tu vida con un cerebro ocupado en lugar de estar en el momento.
Hay muchas maneras de llegar, pero el destino es el mismo.
Descarrilado.
A medida que trabajas con ellos, empiezas a ver estos desvíos mentales como lo que realmente son: los barrotes invisibles de una jaula que aprisiona tu verdadero yo.
Así es como me enseñaron a abordar estos escurridizos escollos y a romper las cadenas:
1) Elige una hora del día. No es necesario que sea tranquila ni que esté libre de distracciones. Esta práctica se realiza mejor durante tu vida cotidiana. Puedes estar en el trabajo, con la familia, haciendo las tareas domésticas, saliendo de excursión... lo único que importa es que empieces esta hora con un estado de ánimo positivo y feliz.
2) La práctica en sí es sencilla. Todo lo que quiero que hagas es proceder a través de la vida durante los próximos 60 minutos, permaneciendo tan pacífico como puedas. Lo único que tienes que hacer es prestar atención a tus pensamientos y anotar suavemente cualquier momento en el que te encuentres cayendo en una autoconversación negativa o descarrilando.
Este descarrilamiento no tiene por qué ser importante para calificarlo: puede ser tan sutil como un juicio de dos segundos o un breve momento de ansiedad.
Para ser claros, esta práctica no consiste en trabajar con el patrón de pensamiento negativo en absoluto. Simplemente estamos haciendo un inventario de lo que surge en nuestra periferia en el transcurso de una hora de vida diaria. Cuanto más neutral emocionalmente seas, más información recogerás.
3) Anotar estos pensamientos a medida que van surgiendo, para poder trabajar con ellos más adelante.
El chamán me dio esta sabiduría antes de empezar:
"Observamos nuestros pensamientos como un niño en la orilla de un río, observando lo que pasa. Curiosos, incluso juguetones, pero sin ataduras".
Este hábito de vida me ha ayudado de dos maneras clave:
Estos puntos de interrupción son grandes puertas de entrada o portales hacia un trabajo interior más profundo.
El simple hecho de observar y reconocer tus factores desencadenantes con una mirada abierta y neutral puede aportar curación a los mismos, de un modo que tu cerebro no puede cuantificar. La luz de tu conciencia es curativa en sí misma.
Si te apetece, me gustaría retarte a una de estas horas de autodescubrimiento. Cualquiera puede hacerlo, y los beneficios para el cuerpo y el alma pueden ser extraordinarios.
Sí, es un trabajo. Pero es uno de los trabajos más gratificantes que conozco.
Nick Polizzi
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